Conocer a Jesús y amarlo verdaderamente es una misma cosa, porque el conocimiento y el amor se unen. Si queremos conocerlo debemos situarnos ante Él para contemplarlo en sus dos naturalezas: la Divina y la Humana. Ambas naturalezas son en sí mismas únicas e indivisibles, porque son dos en una misma Persona: Nuestro Señor Jesucristo.
A lo largo de este taller, recorreremos su vida, descubriéndolo para aprender a amarlo, para comprender más quién es Él, dejando que Él mismo se nos revele y se nos muestre. Nuestro corazón abierto a la contemplación hará posible que entremos más y más en intimidad con Él.
El taller consta de 33 encuentros.
Encuentro 15
Fue a su encuentro una gran multitud
Al enterarse de lo que hacía, también fue a su encuentro una gran multitud de Judea, de Jerusalén, de Idumea, de la Transjordania y de la región de Tiro y Sidón. Entonces mandó a sus discípulos que prepararan una barca, para que la muchedumbre no lo apretujara. (Mc. 3,8-9)
Reflexión del texto
La noticia de lo que Jesús hacía, había llegado hasta los confines de la tierra de Israel, y muchos atravesaban grandes distancias para escucharlo y para hacerse curar por Él. San Marcos nos dice que era una gran multitud que había ido a su encuentro. Podemos imaginar la movilización que producía la presencia de Jesús, cómo la noticia de todas las maravillas que realizaba corría hacia todas partes y era recibida por la gente, aún por lo que no eran judíos. Querían conocerlo, escucharlo, tocarlo, salir de las dudas y de la incredulidad, hacerse sanar y liberar. Y no quedaban defraudados. Muchos lo escuchaban y su Palabra movía sus corazones.
Me detengo a meditar
Contemplo a mi Jesús rodeado de aquella muchedumbre y puedo imaginar su Rostro Divino hablándoles a la gente. Su Presencia debió haber irradiado paz y despertado a los corazones, aclaradas las mentes, porque Él era la Sabiduría que hablaba, el Médico de los cuerpos y de las almas. Aún hoy cuando leemos la Palabra, las imágenes vuelven a aparecer cargadas de inmenso significado; se hacen actuales y presentes porque es a mí a quien habla, a quién dirige su Mirada Divina. Hoy Jesús Hombre y Dios está presente en la Iglesia y en las almas creyentes; nos sigue hablando, sanando y mirando.
Me pregunto
Cuando me pongo en la presencia de Dios, Jesús se hace presente a mí por medio del Espíritu Santo. ¿Me pregunto cómo estar más en su Presencia para poder escucharlo en mi corazón y dejarme sanar por Él?
Cuando le entrego a Jesús mi corazón Él viene a mí, ¿comprendo que por medio de mi entrega que hago, entro en su Presencia?
¿Acudo a mi Salvador para consolarlo y ofrecerle mi amor?
Para meditar durante la semana: me pongo ante la Presencia de mi Salvador para ofrecerle mi amor y mi consuelo.